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jueves, 14 de octubre de 2010

Sobre la subjetividad del tiempo

¿Qué es el tiempo? Grandioso ¿descubrimiento o invención? del hombre.
Un japonés dijo "Por más esfuerzos que uno haga, jamás podrá descifrar todo lo que se oculta en los recovecos del corazón del humano". Gran enseñanza del tiempo y demás cosas. Porque algo que me pone a pensar mucho y me llama la atención es que no importa cuánto tiempo conozcas a una persona para realmente conocerla. Y me pregunto ¿porqué después de tanto tiempo aún no sé quién eres? ¿porqué después de tanto tiempo no logro descifrar esa mirada, esa sonrisa? Pero me volteo y reflejo en una sonrisa que el tiempo no es condición para poder conocer(te). Y eso hace emocionante, pero cansado, al tiempo.
  Nada raro, pero sí sorprendente es, después de tantos años de vida, no conocerse a sí mismo. Pues, retomando a Haruki Murakami (autor de la pasada cita) por más que uno se esfuerce en descubrir ese corazón; quitarle ese manto; no siempre se logra. Sea tuyo, suyo, mío o nuestro.
  El secreto, quizá, sea el saber desplazarse. Me desplazo, lo desplazo, nos desplazamos. Poniendo mucha atención para observar y notar hacia dónde es que se están yendo o permaneciendo. Todo esto no tiene que ser simple a la vista. No lo es. Es más complicado de lo que se piensa y más sencillo de lo que parece.
El secreto, quizá, sea saber desplazarse. 

 Así que, yo puedo desplazar, colorear, inmacular un sentimiento lleno de emociones y pensamientos en segundos. Y lo equivalente es caminar trece kilómetros. Definitivamente el tiempo no es el mismo, ¿y la intención? Después y detrás de todo igual y el esfuerzo es el mismo.
  Julio Cotázar me enseñó que una imagen no está donde está sólo por el tiempo que los demás pretenden que esté: la imagen se plasma y después llega alguien y pone (o uno mismo a veces lo hace; generalmente inconscientemente) otra sobre aquella y luego otra y otra hasta que uno cree que esa primera imagen ya no está. Pero si le rascas, arrancas y buscas debajo de todas esas imágenes encontrarás la primera. Un claro ejemplo son las paredes llenas de posters promocionales: debajo de todas encontrarás ¿la base? Y yéndonos más profundo, lo mismo sucede con el corazón y la mente. Cada quien decide con qué capa quedarse o si buscar más allá.
El remitente de estas señales (o llámenle como quieran y convengan) es la soledad.
Destinatario: la humanidad.
Oponente: Todos. Por lo tanto, nadie.
 Finalmente el verdadero oponente termina siendo la perturbación del mundo que rodea
 al protagonista.
La subjetividad del momento en que comienza la luz